“Si un escritor se enamora de ti, serás inmortal”
(Dedicado a todos los cursis del mundo)
¿Un escritor te hará inmortal? ¡Ja! No es cierto. Terminarás soportando sus largos silencios como carreteras, acompañándolo a las presentaciones de libros y aguantándolo cuando raja con odio de los demás escritores porque “ahora cualquier idiota publica, carajo”. Terminarás conociendo a sus amigos igual de amargados y groseros, y aguantarás las noches en los bares, aquellas en donde aseguran que “este año sale el libro sí o sí” y “salud, ¡viva la Literatura!”.
Terminarás sacándolo casi arrastrando de los bares en donde están los mozos más extraños, lo llevarás a tu casa porque sabes que “no llegará vivo a la suya si se va solo”, limpiarás su vómito y lo embarcarás temprano, prestándole dinero, echándole antes algo de colonia porque huele a cigarro, vómito y alcohol, una combinación que solo los viejos taxistas del Centro de Lima soportan.
Sin embargo, sabrás que si lo abandonas apenas se dará cuenta, “seguro sufrirá, pero quién no sufre”, pensarás en “si lo dejo tal vez encuentre algo de inspiración, digo, aunque él dice que no existe la inspiración”, aceptarás que nunca cambiará y que un ser humano no puede escribir (cumplir algún sueño, o simplemente actuar como ser humano promedio) con tanto alcohol y nicotina en el organismo. Te cansarás pronto de los “te amo porque al decir tu nombre las palabras compiten con los pájaros”, de los “te amo porque respiro palomas cada vez que la tibieza de tu silencio me roza los labios”.
Un escritor no te hará inmortal. Tú morirás. Si crea un personaje “inspirado” en ti (si es que vive para ello), no serás necesariamente tú. El libro será como un televisor y tú serás solo un tubo de rayos catódicos. Es decir, a pocos les importará que existes.
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