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10 mujeres de la literatura con las que me gustaría hacer el amor (todas las noches)

Texto de Arturo Mustango

Publicado: 2014-08-01

Decidme oh musas, si estableciera mi reino en un lugar apacible, abundante y lejos de la humanidad: ¿Qué mujeres me sería dado escoger entre las que pueblan las lindes de las bibliotecas para corporizarse y acostarse conmigo en un torneado lecho? ¿Cuáles serían las diez hembras esculpidas por las letras, ideales para establecer una corte? Cantad la lista de las diez compañeras más hábiles en las artes de la lira, la conversación, la filosofía y el ejercicio de combates singulares en el tálamo. ¿A quiénes escogería yo para explorar sus vellocinios húmedos por sus rocíos naturales? Hacedme conocer si he obrado bien con esta lista o si me falta alguna que por sus atributos desplace a una de mis elegidas. Más bien si por azares del destino mi deseo fuera cumplido en alguna dimensión más valedera que esta, implorad a los dioses que envíen a sus heraldos de la armonía siempre para que no se maten entre sí como suelen hacer sus hermanas mortales, porque yo a todas les correspondería y no les vería ventaja sobre las demás. 

1. Sherezade: Las mil y una noches. Anónimo

También Scheherezada o Shahrazad (árabe: شهرزاد Shahrazād, nombre de origen persa). Debería ser la preferida al momento de tenerla cerca a la almohada, estoy seguro de que sería la organizadora del harem, misteriosa, divertida, creativa, ingeniosa, si el rey se contuvo de matarla luego de hacerlo con tres mil vírgenes estoy seguro de que no sería solo por sus cuentos.

Extracto:

“En este momento de su narración, Scháhrazada vio aparecer la mañana; y se calló discretamente. Y su hermana Doniazada le dijo: “¡Qué deliciosas son tus palabras!” Y Scháhrazada contestó: “Nada es eso comparado con lo que os contaré la noche próxima, si vivo todavía y el rey tiene a bien conservarme.” Y pasaron aquella noche en la dicha completa y en la felicidad hasta por la mañana. Después el rey se dirigió al diván. Y cuando termino el diván, volvió a su palacio y se reunió con los suyos.”

2. Helena: La Ilíada. Homero

Siempre me cayó mal pero algo debería tener para ser raptada y cantada a través de los siglos. Imagínense cuántos escuadrones quedaron en el campo, cuánto desperdicio de héroes valiosos, solo por unas corvas bien cimbreadas. Bueno, igual a la cama del rey para descubrir el secreto. Eso sí, en el palacio está prohibido el uso de espadas, caballos y visitas de príncipes ansiosos.

Extracto:

“Y éstos, pues, cuando vieron

a Helena encaminándose a la torre,

hablábanse los unos a los otros,

con aladas palabras, quedamente:

«Cosa no es que indignación suscite

que vengan padeciendo tanto tiempo

dolores los troyanos

y los aqueos de grebas hermosas

por mujer cual es ésa

pues que tremendamente se parece,

al mirarla de frente,

a diosas inmortales;

pero aun así y siendo tal cual digo,

en las naves se vuelva y no se quede

para mal nuestro y de nuestros hijos

en el tiempo futuro.”

3. Briseida. La Ilíada. Homero

Cuando vi a Rosita Brynes actuar como la prisionera de Aquiles, se me antojó que era igualita a como me la había imaginado; para que Agamenón y el Peleida se la disputen, debe haber sido una codiciable posesión. Otra cosa que me agrada es que al final es fiel a su poseedor, sería agradable hacerla mi confidente.

Extracto:

“…jure el Atrida, de pie entre los argivos, que nunca subió al lecho de Briseida ni se juntó con ella, como es costumbre, oh rey, entre hombres y mujeres; y tú, Aquiles, procura tener en el pecho un ánimo benigno.”

4. Emma Bovary. Madame Bovary. Flaubert

Madame Bovary… recuerdo cuando la leí por primera vez, se me antojaba tan extraña, tan bucólica. Se parecía a una de mis tías tristes de provincia que no podía viajar a la costa para conseguir marido y tenía que conformarse viendo a sus amigas año tras año partir a la capital. La verdad me conmovería mucho hablar con ella (con mi tía no, sino con Emma), otear sus emociones, que me cuente cómo según ella sería el mundo, tal vez hablarle de Hollywood encendería sus pupilas, ¿Cómo haría el amor? ¿No sería delicioso estar con ella mientras sueña despierta? A todo esto, recuerdo que yo no conozco Hollywood.

Extracto:

“Pero al verse en el espejo se asustó de su cara. Nunca había tenido los ojos tan grandes, tan negros ni tan profundos. Algo sutil esparcido sobre su persona la transfiguraba. Se repetía: « ¡Tengo un amante!, ¡un amante!», deleitándose en esta idea, como si sintiese renacer en ella otra pubertad. Iba, pues, a poseer por fin esos goces del amor, esa fiebre de felicidad que tanto había ansiado.”

5. Mariko San. Shogun. James Clavell

Una de mis preferidas, para empezar es samurai, monta muy bien caballo y sabe hacer té, totalmente leal y fiel. Bueno, no era fiel con su marido, pero debe ser porque era feo y tosco. Yo creo que con Mariko San aprendería lo que me falta saber acerca del cha-no-yú, además es excelente administradora. Yo creo que la nombraría jefa de la guardia real. Es más, cada vez que leo Shogún me enamoro de ella.

Extracto:

“Blackthorne trataba de recobrarse. La doncella de Mariko era de su estatura, pero más joven y mucho menos bonita. Sí, estaba completamente a oscuras y tenía la cabeza nublada por el vino, pero no, no era la doncella.

—No es posible —dijo en portugués.

—¿Qué no es posible, señor? —preguntó ella, en la misma lengua.

Él volvió al latín, pues sus acompañantes no estaban lejos y el viento soplaba en su dirección.

—Por favor, no juegues conmigo. Nadie puede oírnos. Sé distinguir una presencia y un

perfume.

—¿Creíste que era yo? ¡Oh! No lo era, Anjín-san. Habría sido un honor para mí, pero no

habría podido… por mucho que lo hubiese deseado. Pertenezco a otro, aunque puede estar

muerto. Ella llevaba mi perfume…”

6. Teela Jandrova Brown. Mundo Anillo. Larry Niven

Toda la novela se la pasó tirando con Luis Wu, el protagonista. Sus dos únicas habilidades eran tener suerte y saber todas las artes mundiales del buen tirar, por eso creo que debe estar en esta corte; no crean que soy simplista, pero una buena gimnasta algo socialité, como yo me la imagino, y encima venida del futuro es lo que falta para aderezar mejor al grupo.

Extracto:

“Teela le miró desconcertada, esa mirada desconcertada, señal de que había utilizado unas palabras de intermundo perfectamente definidas para componer una frase sin sentido. ¿Zozobras del corazón? ¿Matarse por ahí? Luis suspiró para sus adentros -. Fusión de los nódulos del dormitorio – ordenó, y algo ocurrió en el campo sómnico. Las dos regiones de equilibrio estable, las anomalías que impedían que Luis y Teela cayeran fuera del campo, se juntaron y se fundieron en una sola. Luis y Teela comenzaron a rodar hasta encontrarse y quedar pegados el uno al otro.

-Tengo mucho sueño, Luis. Pero si tú quieres…”

7. Remedios, la bella. Cien Años de Soledad. García Márquez

Muchas de las mujeres de García Márquez me provocaban siempre una parálisis instantánea. A veces sucede que uno arma la imagen de los personajes y los asocia con distintas personas que ha conocido. En el caso de Remedios, yo la he forjado con todos los recuerdos de las muchachas lindas a las que nunca les interesé un ápice, esas chicas que ni siquiera me miraron, inalcanzables pero desquiciantemente atractivas. Una buena forma de desquitarse de esos embates de insensibilidad es poseyendo a Remedios la bella en la amplia cama del reino.

Extracto:

“Después, mientras se secaba, el forastero le suplicó con los ojos llenos de lágrimas que se casara con él. Ella le contestó sinceramente que nunca se casaría con un hombre tan simple que perdía casi una hora, y hasta se quedaba sin almorzar, sólo por ver bañarse a una mujer. Al final, cuando se puso el balandrán, el hombre no pudo soportar la comprobación de que en efecto no se ponía nada debajo, como todo el mundo sospechaba, y se sintió marcado para siempre con el hierro ardiente de aquel secreto. Entonces quitó dos tejas más para descolgarse en el interior del baño.”

8. Alatiel. Decamerón. Giovanni Bocaccio. Novela Séptima

Cuántas veces mastiqué el Decamerón y me quedaba rígido con Alatiel, no saben cómo me imaginé sus azarosas aventuras una y otra vez y otra vez y otra vez, lo más gracioso era el final. Esta doncella merece sin lugar a dudas una velada con el rey. No olvidar mezclar vinos ricos porque de esa manera Alatiel se desconoce.

Extracto:

“Lo que cuando ella lo hubo probado, no habiendo sabido nunca antes con qué cuerpo embisten los hombres, casi arrepentida de no haber accedido antes a las lisonjas de Pericón, sin esperar a ser invitada a tan dulces noches, muchas veces se invitaba ella misma, no con palabras, con las que no se sabía hacer entender, sino con obras. A este gran placer de Pericón y de ella, no estando la fortuna contenta con haberla hecho de mujer de un rey convertirse en amiga de un castellano, opuso una amistad más cruel.”

9. Doña Lucrecia. Los cuadernos de don Rigoberto. Mario Vargas Llosa

No estaba muy convencido en el Elogio de la madrastra, pero cuando vi el aderezo que hizo con Justita, que también está rica, pues me decidí en Los cuadernos de don Rigoberto. Sin duda, una señora como Lucrecia debe estar cual matrona cuidando de las niñas y del rey, claro. Ya me siento el rey Candaules pero sin Giges, por algo dije al principio que los servidores serían eunucos.

Extracto:

“Antes de entrar bajo las sábanas, se quitaron las batas, que quedaron al pie del lecho de dos plazas, cubierto por un cubrecama. A las arpas había sucedido un vals de otros tiempos, unos violines cuyos compases sintonizaban con sus caricias. ¿Qué importaba que hubieran apagado la luz mientras jugaban y se amaban, ocultas bajo las sábanas, y el atareado cubrecama se encrespaba, arrugaba y bamboleaba? Don Rigoberto no perdía detalle de sus amagos y arremetidas; se enredaba y desenredaba con ellas, estaba junto a la mano que embolsaba un pecho, en cada dedo que rozaba una nalga, en los labios que, luego de varias escaramuzas, se atrevían por fin a hundirse en esa sombra enterrada, buscando el cráter del placer, la oquedad tibia, la latiente boca, el vibrátil musculillo.”

10. Tanya. La máquina de follar. Charles Bukowski 

Quién no quisiera una robot que ama, que no se cansa de tirar, con la previsión, claro, de desconectarla para que no se le ocurra desarrollar inteligencia artificial, virus y otras presencias malignas. Posiblemente cuando no precise de sus servicios la tenga ocupada en armar diques, construir una puerta levadiza o usarla como módem.

Extracto:

“-¡TANYA! ¡AHORA TE TOCA FOLLAR CON EL OTRO! Estoy… cansándome ya… tengo que echar otro traguito de aguardiente… dormir un poco… Tanya…

-Oh -dijo Tanya- ¡Este jodido viejo! ¡Tú y tus traguitos, y luego te pasas la noche mordisqueándome las tetas y no puedo dormir! ¡Ni siquiera eres capaz de conseguir un empalme decente! ¡Eres asqueroso!”

Yo sé que se han quedado algunas en el tintero pero eso lo dejo para recopiladores más expertos que yo. Por ejemplo pensaba en Alibaech, la del diablo en el infierno del mismo Decámeron; por ahí Dama Jessica de Dune, “La Brasileña” de Pantaleón, Bella de Memorias de una pulga, la misma Justita de Los Cuadernos de don Rigoberto, Lolita de Nabokov o ¿por qué no? Dalila, Judit, Sara o la misma Eva de la Biblia. Dejo la ardua y esforzada tarea de mejorar la lista a ustedes con la esperanza de que cada uno planteé su propio reino.


Escrito por

literalgia

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